Durante
mucho tiempo he podido observar que la fuente del mal que acobija mi vida como
un parásito de la piel, yace en la sarcásticamente entretenida falta de visión,
tan ciego como un topo al reconocimiento de la obviedad en las situaciones que
se presentan ante mi, no sólo como el rey de las malas decisiones que se
combinan en una amalgama perfecta con mi otro premio al ser más intenso de la
vida.
Lo evidente
e irreconocible ante mis narices, que además descubro sobre la marcha y
convivencia con otros entes que comparten esto como un mal común y constante en
la vida, es –léase con tenebrosa, ronca
y amenazante voz- la fecha de caducidad,
que resulta ser una condición por demás cotizada hoy en día.
Si, si,
la fecha de caducidad, es algo tangible y tan real como la mano derecha que usa
la vida para darte unos bellos cabriogolpes
para que aprendas que te conviene más y que decisiones son buenas
(agradecemos a mi padre por la linda denominación sobre el maltrato correctivo
físico facial). Ésta fecha al igual que
la que ves en todos los perecederos ayuda a evitar que te atragantes y mueras
en una infección colérica desagradable, solo que en tu modo de vivir, el dolor
puede ser emocional y mucho más profundo, con curas mucho más costosas (¿has
visto lo que cuesta una buena terapia en estos días?, pfff).
La
fecha de caducidad aplica a todos esos bellos eventos por lo cuales estás
uniendo tu querida palma de la mano con tu amplia frente en un sonido
estruendoso y una cara medio derretida por el arrepentimiento, la duda, la
vergüenza o cualquier otro lindo sentimiento poco favorable hacía tus elegidos
caminos por los cuales transitas tu vida.
Estos
eventos corren desde un noviazgo, un matrimonio, un trabajo, amistades,
relaciones familiares non gratas, carreras,
clases extracurriculares y deportivas, ligues, amasiatos, planes, aplazamientos,
confrontaciones, regalos, ilusiones (ésta es vital, me cae), prejuicios enseñados
y aprendidos, decisiones financieras, tarjetas de crédito, y cualquier tenue
elección que se gobierne en tu vida sobre la cual debas actuar con un
dubitativo pensar, aunado a un muy común grado extremo de necedad que difiere
mucho de luchar por lo que vale la pena contra lo que sólo combina miedo,
orgullo, estupidez y algo de morbito rico para retrasar las cosas inevitables.
¿Pero
como rayos la reconozco? Ahhh claro, yo tengo todas las respuestas y por eso me
va re bien. FUCK NO! Nadie tiene la respuesta a eso más que tú, pero puedo
darte unos lindos consejos que he recopilado en los últimos años en los que
estudio este lindo problema de la vida que me invade con ahínco, pegado a la
enjundia en grados definidos por tía Angelina (dios me la tenga en su santa
gloria), como ¡un titipuchal!
Sabes
que las cosas deben cambiar y te preguntas cuando es el tiempo. Si te lo estás
preguntando comienza a pensar en las posibilidades y si ese cambio vale la pena
para un giro de 180 grados. En la generalidad considerar un cambio importante
de vida es suficiente para darse cuenta que hay que hace modificaciones
drásticas en tu vida.
Obsérvate.
si has cambiado mucho, para mal, seguro es porque algo no está encajando y
puedes fingir tu sonrisa tooooodoo lo que quieras, pero si tu propio cuerpo
rechaza lo que estás haciendo pues es algo puramente lógico que le hagas caso.
De nuevo, si, si, me refiero a esos 10
kilos (de más o de menos), ojeras, humor que cambia constante, paciencia igual
a cero, falta de sueño y demás características que te convierten en un hermoso
troll.
Los
hoobys, sólo son eso. Si estás volcando tu energía por completo en una
actividad que sólo era meramente recreativa, es porque necesitas tapar otras
áreas de tu existir y deambular por la vida con una pared que haga que la
muralla china parezca un ladrillo de play
doh.
Grow a pair dicen los gringos, que es muy sencillo en el
caso de los hombres, pues se baja la mano a la entrepierna y palpas que tus
bolas sigan ahí y decides usarlas, en
las chicas esto es meramente simbólico, pero igual funciona. Porque el miedo es
la razón más grande para seguir en una situación que está llena de focos, luces
y banderas rojas junto al robot gigante que grita histéricamente ¡Peligro¡ El
miedo paraliza y te puede dejar ahí por tiempo indefinido hasta que termines
haciendo algo verdaderamente estúpido para salir de equis situación o ésta
termine por extinguirte y dejarte en el suelo comiendo fango, pensando quien
rayos eras tú y como llegaste a ese horrido y deplorable lugar en el que
pensabas estar tan cómodo.
En la
exótica y nada milenaria sabiduría que he llegado a reclamar como mía en este
espacio cibernético, te dejo esta coqueta canción que a mi me recuerda varias
veces lo cerca que estuve de perecer ante varias situaciones donde vagaba sin
rumbo. No te apures si aún no encuentra ese camino pues fácil perderlo y muy difícil
encontrarlo, pero siempre ten muy en mente quien eres, ten determinación de
aceptarlo y disfrutarlo y muuuuy importante. Aprende a leer de manera clara la
fecha de caducidad, te puede salvar la vida.
1 comentario:
Nada mal hijo, nada mal.
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