viernes, 27 de junio de 2008

Ese dulce olor a dinero



La temporada de conciertos es una fuente inagotable para poder gastar una generosa cantidad de dinero en un - casi imbatible - tiempo record. La enajenada carrera por boletos oscila entre los 15 y los 40 minutos de un trance histérico, que asemeja la furtiva caza encarnada por una hambrienta jauría de animales salvajes.

Llorar, gritarle a una pantalla inanimada de computadora; trastornos de conducta, un sangrado dedo índice que choca contra el botón de “remarcado” y risas que fluctúan hacía la locura, son sacrificios por tocar un éxito. Trascendencia que se traducirá en poder presenciar la reencarnación de un Jesucristo musical: facultado(a) para producir milagros de luces, pantallas y bailarines, entre cambios de atuendos, lentejuelas, spandex y varios temas tarareados en el masificado consciente colectivo que abarrotará el Foro Sol los venideros 29 y 30 de noviembre.

El dulce y pegajoso tour de Madonna, rota su mirada a una devota y entregada Cd. de México con una audiencia que se desmiembra entre varias comunidades - fresirockers, hipsters confundidos, poperos, melómanos, descarriada juventud, gays, oficinistas con demasiado dinero y tiempo, y por supuesto algunos fans – logrando la milagrosa transmutación de un repentino regreso a tierras aztecas, en exorbitantes cantidades de dinero; ya que los precios impuestos no conocen discriminación, ofertándose de manera inmutables en todos los destinos que participan del tour internacional en la nueva venida de una Mesías del pop.

El dulce aroma del dinero se extiende más allá hacía el lado derecho de la rubia divinidad de apretado leotardo y estola de plumas rosas: con un hedor a oportunismo se podían comprar lugares en la fila para estar más cerca de la gloria de gastar los chelines ahorrados o sobregirar la cordial tarjeta, por unos preciados boletos para la “mítica” presentación de Madonna. Entradas que ostentaban precios desde unos bien invertidos 4 mil pesos, hasta un pobre trueque de 280 pesos que asegura la entrada al recinto donde se celebrará el concierto de esta monárquica e idolatrada cincuentona.

También el ciberespacio se impregna de ambiciosos olores a capital monetario, cuando los boletos ahora comprados se ofertan por la módica cantidad de 9 mil 500 pesos, una ilusoria ganga según una generalizada contestación a la sencilla cuestión: ¿Por qué?… Por que es Madonna. Y no se puede dejar de lado el rumor de tener una especializada compañía de reventa para estos boletos, agrupación a cargo del mismo ente armónico que fijo internacionalmente los precios para Sweet & Sticky Tour.

La presentación promete mucho como la generalidad de los shows con esta coronada artista, en especial si se toma como base que su último producto no es lo mejor que ha tenido a lo largo de su trayectoria, haciendo un crisol lleno de una gran expectativa y zozobra después de la perfección en The Confessions Tour y la cantidad de meses que preparan el espectáculo para la masa de fanáticos que esperan con tendencia maniaca al mes de noviembre; un mes que además se satura con festivales y conciertos repletos de talento y costosas entradas (que posiblemente mermen un tanto con este evento).

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